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©André Kertész,Underwater Swimmer,Esztergorn,1917 |
Se acercó al río y decidió entrar en él sin conocer la vieja sentencia de Heráclito.
Nadó a través de un tiempo inalterable e inmóvil y ya cuando braceaba para alcanzar la orilla quedó atrapado en el limo viscoso.
Desde un ángulo impreciso, otro bañista, en el mismo momento, volvía a sumergirse en aquellas aguas frías. El tiempo se desperezó y el agua del río cambió antes de que el sedimento engullera la última explosión de oxígeno del primer nadador. Ninguno de los dos se bañó dos veces en el mismo río.
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